lunes, 1 de noviembre de 2010

Laberinto del Minotauro

<<… empezaba a atardecer; pese que había sido un día soleado y caluroso un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Me encontraba al pie de la escalinata de acceso al laberinto… aquel laberinto del que tanto había oído hablar: allí entraban efebos y vírgenes y eran convertido en bestias inmundas, algunos de ellos no sobrevivían, allí los cadáveres no encontraban el descanso de los justos.
Subí los escalones lentamente y me adentré en un espacio circular, sentadas a derecha e izquierda en bancos junto a la pared vi doncellas de suaves cabellos y mirada perdida de cuyos labios surgía el silencio más aterrador que un mortal haya podido escuchar. Un aliento frío fue exhalado desde el interior arrastrándome inevitablemente hacia él.
Una vez en el interior de laberinto todas las señales me conducían hacía los pasillos de mi izquierda, los seguí sin resultado alguno y en ese momento decidí obviar las señales y seguir mi intuición. Encontré pintadas en las paredes que representaban a tiernos corderos lechales degollados nada más salir de las entrañas de sus madres, pude ver como hilos finos de sangre negra se filtraba por los resquicios de marmóreas puertas selladas, presentí almas errantes que sollozaban en susurros bajo sus velos grises… y quise salir de allí… aunque no hubiese cumplido mi misión.
Di mil vueltas sin sentido a través de galerías y pasillos iluminados por rayos de luz indirectos filtrados por espejos, aterrada a cada paso por las señales que podía descifrar en las altas paredes que me hablaban de peligros silenciosos, invisibles y latentes, esos peligros que inoculados podría acabar con la humanidad.
Encontré al fin un peregrino que buscaba como yo la gruta encomendada desde los mayores donde encontraríamos la sabiduría… y en una luz de esperanza, una ninfa rechoncheta nos indicó el camino perdido hacia nuestra meta. Bajamos mil escaleras oscuras como si nos dirigiésemos al estómago de la bestia.
Y al fin llegamos al lugar deseado… todo era perfecto, la luz era brillante y estábamos ansiosos por beber de las aguas de la sabiduría. Pero cuál fue nuestra sorpresa que las mil almas de los jóvenes que alimentaron al Minotauro, almas manchadas con la inmundicia, la depravación, el desenfreno, la arrogancia, la desvergüenza… ahogaron las voces de los sabios.
En ese instante fuimos arrastrados velozmente hacia el exterior como succionados por una poderosa fuerza.
Caí en un fuerte golpe al suelo, algo aturdida me levanté y pude apreciar que me encontraba en el exterior. Cegada por los rayos del sol, entorné los ojos y pude leer en el dintel de la gran puerta: “FACULTAD DE MEDICINA”. >>

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