lunes, 8 de noviembre de 2010

Una escena fríbola, como otra cualquiera


Agitó el pequeño frasco fuertemente, luego fijó su mirada en su contenido color sangre que se arremolinaba en diferentes tonalidades. Lo dejó sobre la mesa, demasiado cercano al filo como para ser prudente. Desenroscó el tapón religiosamente como si fuese a dejar escapar lo males del mundo.
Suavemente deslizó el pincel con la tintura sobre las uñas de los dedos de su mano izquierda… la laca se secó rápidamente puesto que era uno de esos bochornosos días de verano.
Giró la cabeza y se quedó mirando fijamente el ventilador de pie que había colocado sobre el escritorio de la oficina… apenas había luz, salvo la que se filtraba por los listones de la persiana bajada para evitar la flama estival.
Se concentró de nuevo en las uñas, ahora tocaba la mano derecha… algo mas difícil. La apoyó sobre la mesa junto al frasquito de laca y concentro todos sus sentidos en aquella labor.
La puerta de cristal opaco enmarcado que se encontraba frente a ella fue abierta bruscamente, y esto le produjo tal sobresalto que golpeó con la mano derecha el frasco derramando todo su contenido sobre su camisa blanca y su falda ceñida gris.
Desde la puerta se oyó una carcajada sarcástica:
-          “¡Caramba querida! No sabía que el crimen se hubiera cometido aquí” – dijo él con cierta picardía mientras se desabrochaba los botones de los puños de la camisa y los doblaba hacia su antebrazo.
Ella miró con tristeza su camisa arruinada.
Pensó que el único crimen que se estaba cometiendo en ese instante es que él pudiese mirarla de aquella manera y no poder hacer nada.

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