Este trabajo nace de otro anterior realizado
conjuntamente por GARCÍA LÓPEZ, Cristina P.; MUÑOZ GONZÁLEZ, Mª del Mar; TORRABADELLA
GIL, Mª Ángeles, y VALLEJO MELGAR, Mª del Rocío para la asignatura “Antropología Cognitiva y Simbólica”.
Se trata del fragmento realizado por MUÑOZ GONZÁLEZ, Mª del Mar, reeditado,
completado y reelaborado bajo las premisas del curso on-line en “Arte Latinoamericanocon énfasis en Colombia” de la Universidad Tecnológica de Pereira en Miriadax.
Espero sus comentarios y críticas con sumo interés.
Saludos
{Visualizar previamente el esquema de trabajo con los ejemplos de obras de arte}
Al
plantearnos la construcción y la función simbólica del felino, específicamente en el jaguar, en América Latina, nos hemos
propuesto unas directrices a seguir en nuestro análisis, a saber:
- Analizar la relación establecida entre el ser humano
y su entorno a través de una especie animal concreta.
- Analizar la
construcción simbólica tangible del felino para llegar al significado
último de la cosmogonía de las diferentes culturas.
- Constatar la influencia de las diferentes culturas
amerindias con respecto a la simbología del felino.
- Desentrañar las supervivencias del significado
simbólico del felino.
El primer y fundamental paso de nuestro
estudio consiste en definir los conceptos principales que nos ayudaran a
profundizar en las culturas que tomemos como ejemplos y nos servirán de guía y
eje vertebrador del este trabajo. Definiremos, por tanto, qué es un símbolo,
que importancia tienen los animales como símbolos culturales, y qué
características tiene el felino como símbolo.
Definición
de símbolo
Un
símbolo es algo sencillo (palabra, materia, idea) a la que un grupo de personas
ha asignado un significado arbitrario cuyo vínculo (entre símbolo y
significado) únicamente se emplaza en la interpretación compartida. Una
característica esencial del símbolo es su multivalencia, su capacidad de
expresar simultáneamente un número de significados cuya relación no es evidente
en el plano de la experiencia inmediata (ELIADE, Miercea; 1967: 130). Como
todos los símbolos, no tiene un significado único, sino que conlleva en sí una
gran pluralidad de sentidos, y es precisamente debido a esta multivalencia que,
como todo símbolo, muestra y oculta al mismo tiempo realidades contradictorias
que por lo tanto requieren de una interpretación (VALVERDE, Mª Carmen; 1996: 28).
Definición
de animal como símbolo
Hombre
y animal formaron una indisoluble sociedad desde tiempos remotos, al principio
por evidentes razones económicas. Posteriormente, el ser humano, en el proceso
cognoscitivo de su entorno ecológico, reconoció las cualidades físicas de la
fauna y la asoció con eventos naturales que escapaban al dominio humano. Sin
embargo, más que exaltaciones estéticas, son verdaderas alegorías
propiciatorias derivadas de rituales mágico-religiosos. Estos eventos
psicológicos fueron afines al hombre de la Antigüedad, en su cotidiana
convivencia con la naturaleza: atribuyó a los animales energías y poderes
sagrados, por lo tanto como diría la
especialista en Culturas Prehispánicas, Mercedes de la Garza: “los animales son
deidades, epifanías de dioses, mensajeros de estos o símbolos de diversas ideas
y ámbitos del universo”. Entre los pueblos americanos, esta percepción adquirió
niveles relevantes, ya que concedió a los animales un lugar preponderante en la
configuración de su religión. Se encuentran presentes tanto en los mitos de
creación del universo, como en la compleja simbología asociada a diversas deidades
o fuerzas de la naturaleza (La fauna en
el mundo prehispánico, 2008: 10-13).
Definición
de felino como símbolo
El felino es un animal que siempre ha despertado la curiosidad de los
estudiosos de las Culturas Prehispánicas. Sus imágenes y sus implicaciones simbólicas jugaron un destacado papel en la
configuración del pensamiento mítico mesoamericano. También en el
ámbito de la cotidianeidad se rastrea su importancia.
Tradicionalmente se ha buscado su encuadre dentro de conjuntos más amplios de
significados: el estamento militar mexica, las ideas sobre los eclipses, las
prácticas de brujería y chamanismo, etc. (DÍAZ, Ignacio; 1990: 238-239).
Una
de las características más relevantes de la simbolización es la personificación de los divino a través de
los elementos naturales y de los habitantes del reino animal. De esta manera,
el hombre que deseaba adquirir una serie de facultades tomaba o asumía
simpáticamente el ser de la planta o del animal que representaba tales
atributos. (MONTES, Ricardo y MENGUAL, Esmeralda; 1992: 71). Por
cuanto se refiere a lo felínico, asociado o difuminado con lo humano, representa
una posición dualista entre la vida creadora y la que destruye, fuerzas
asociadas a los puntos cardinales Este y Oeste, que simbolizan el bien y el
mal. De entre las cosmogonías nos interesa destacar el mito del hombre-jaguar
que está muy arraigado en toda la América prehispánica, sin que se pueda
concretar su origen. (MONTES; Ricardo y MENGUAL, Esmeralda; 1992: 73).
El
jaguar representa el sol encarnado, el rayo-trueno es su voz, sus atributos son
el cuarzo y el cristal de roca que a su vez simbolizan el fluido seminal,
germinador de vida. Según las tradiciones de muchos pueblos precolombinos, como
el Chavín, Mochicas y Olmecas, la unión del dios jaguar con una mujer dio
origen a una nueva raza: el hombre jaguarífero. Este híbrido, mitad hombre,
mitad jaguar, voraz y sanguinario, sigue poseyendo mujeres que después mata,
bebiendo su sangre y su leche. A esta creencia iba unida toda una serie de
ritos y prácticas religiosas, como el celibato estricto, la abstención de
alimentos y especies relacionados con lo sexual, etc. La temática de este
monstruo-jaguar será constante y será plasmada artística y gráficamente a través de individuos masculinos convertidos
en auténticas criaturas felínicas (MONTES, Ricardo y MENGUAL, Esmeralda; 1992:
73).
Urna del gran jaguar. Cultura zapoteca. Preclásico, Monte Albán II. Monte Albán, Oaxaca.
Caracterización del contexto geográfico
El
término Mesoamérica se emplea para definir a una extensión geográfica
determinada que posee una serie de elementos culturales similares,
conformándose, por tanto, como una superárea cultural. Esta área es pues una
zona con base en numerosos elementos característicos, como lo son el cultivo
del maíz, frijol, calabaza y cacao; el uso de la coa como útil agrícola, el uso
del maguey para la obtención de la bebida llamada pulque y la elaboración de
papel de fibra; espejos de pirita; el empleo de plumas y pieles de animales
para la vestimenta; las pirámides escalonadas; la escritura jeroglífica; el
juego de pelota; el calendario; los sacrificios y auto-sacrificios humanos y el
gobierno teocrático entre otros. (HEYDER, Nicola; 1989: 33).
Los
países que actualmente conformaría lo que llamamos Mesoamérica son: México,
Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y Nicaragua hasta la frontera con
Costa Rica. La frontera sur o límite meridional se extiende aproximadamente
desde Puerto Limón, en el Mar Caribe hasta el Golfo de Nicoya, en el Pacífico,
pasando por el Lago de Nicaragua. Este límite estaba determinado al norte por
las zonas desérticas de Aridamérica, mientras que por el sur esta barrera
natural no existía, sino que fue una simple frontera de carácter económico y
político. (HEYDER, Nicola; 1989: 33).
Este mapa lingüístico está basado en mapas lingüísticos previos de Mendizábal y Jiménez (1936, 1941), Frederick Johnson (1940), y McQuown (1955) y ha sido modificado del The Handbook of Middle American Indians. Fundación para el avance de estudios mesoamericanos, INC. [URL: http://www.famsi.org/spanish/maps/linguistic.htm]
Se
han diferenciado diversas áreas cuya distinción no sólo es cultural sino
también son debidas al medio ambiente que ha creado, en esta vasta área, una
serie casi infinita de factores ecológicos. Mesoamérica abarca casi todos los
climas, pues, aunque se encuentra ubicada en la región intertropical norte, la
variabilidad de alturas con respecto al nivel del mar debido a los accidentado
de su geografía y la desigualdad distribución de las lluvias, así como el
peculiar trazado de los ríos, que en el caso de la costa del Pacífico tiene un
recorrido muy corto cayendo al mar desde gran altura; por el contrario, en la
costa del Golfo de México las lluvias son cuantiosas procurando grandes problemas
(HEYDER, Nicola; 1989: 37).
Periodización cultural
Para
el estudio de las culturas que existieron en Mesoamérica, se ha realizado una
división artificial (y por qué no decirlo, occidental) que corresponde al plano
temporal, conformada por tres Épocas u Horizontes (HEYDER, Nicola; 1989: 40-41):
Preclásico
|
Inferior
|
Del año 2000 a. C. al 1000 a. C.
|
Medio
|
Del año 1000 a. C. al 600 a. C.
|
Superior
|
Del año 600 a. C. al año 0
|
Clásico
|
Según la cultura que se analiza comienza entre el año 0 y el 300 d.
C. y termina de igual forma entre el 800 y el 100 d. C.
|
Postclásico
|
Entre el 800 y 1000 d. C. hasta los años de la Conquista española.
|
Es
evidente que estas fechas son aproximadas y dependen del pueblo/cultura que se aborde,
ya que debido a las influencias de unos sobre otros, no se puede hacer una
división tajante porque se caería en la arbitrariedad (HEYDER, Nicola; 1989:
41). Sin embargo, dichas divisiones son útiles para procurar un poco de luz al
complicado sistema de culturas, entre las que vamos a destacar a los Olmecas,
los Aztecas, y los Mayas.
· Olmecas
En
la época Preclásica destacaremos los Olmecas de cuyos orígenes nada se sabe a
ciencia cierta, aunque se han desarrollado teorías que ubican los orígenes de
este pueblo en la zona que comprende desde el centro del actual estado de
Chiapas hasta la frontera norte de Guatemala. (HEYDER, Nicola; 1989: 41). En
medio de la selva tropical de los estados de Veracruz y Tabasco floreció esta
enigmática y vital cultura que, rodeada de una ambiente hostil, tomó al jaguar
como símbolo y deidad totémica, representación del poder que se abre paso en un
entorno amenazante para salir victoriosa de los peligros acechantes,
dominándolos y utilizándolos para su conveniencia. (HEYDER, Nicola; 1989:
44-45).
Durante
los trescientos años que van del 1500 al 1200 a. C., el culto al Jaguar estaba
ya estructurado en el área Olmeca, puesto que para 1200 se tienen el La Venta y
en San Lorenzo (dos de los centros ceremoniales más importantes) los signos de
su forma total, lo que hace pensar que sin duda existió un período previo tanto
de elaboración artística como estructuración ritual. (HEYDER, Nicola; 1989:
44).
La
difusión de las ideas religiosas olmecas plasmada en el culto al jaguar, nos
demuestra que era ya una cultura avanzada durante el período que comprende
desde el 1200 al 600 a. C. Encontraremos estas influencias representadas en
figuras del tipo “cara de niño” (baby-face) y otras huecas, todas ellas
relacionadas con jaguar, lo que no deja de sorprender por el hecho de que este
culto se haya extendido en una zona donde ese depredador era poco común.
(HEYDER, Nicola; 1989: 46-48).
"Baby-face", céramica. 1200-900 a. C.
En
una etapa más avanzada de dicha cultura se inicia la expansión militar, intuida
por el hecho de contar con tantos restos olmecas distribuidos por casi todo el
área mesoamericana. Esto hace suponer que la población de los centros
olmecas ya no dependía exclusivamente de la producción agrícola que ella misma
generara para su sostenimiento, sino que se desvela un comercio y
seguramente un tributo proveniente de otros pueblos, lo que les permitirá su
gran desarrollo cultural. A esta etapa cultural corresponde el inicio de
mosaicos de jaguar; y es en esta etapa y en la siguiente cuando se esculpirán
los grandes monolitos con representaciones de cabezas de hombre que nos muestra
a personajes que debían ejercer funciones de tipo religioso o político, o bien
alguna deidad, son las “cabezas colosales olmecas” (HEYDER, Nicola; 1989: 48).
Otro tipo de esculturas monolíticas serán los “Altares” que en su parte frontal
representan la cara de un jaguar con fauces abiertas, muy estilizadas, de las
que suele emerger un personaje mítico (HEYDER, Nicola; 1989: 51).
Altar, La Venta (Villahermosa, Tabasco, México)
Relacionada
con el culto al jaguar la constante en el arte olmeca y sus representaciones
será el felino. La mayor parte de sus esculturas repiten el tema aunque con
variantes casi infinitas en la obra concreta. La idea de mezclar la figura
humana con la de animales, tendrá unas repercusiones importantes en todo
Mesoamérica. Estas obras de arte que responden a una estética determinada
tienen en el jaguar su máximo exponente como animal totémico (HEYDER, Nicola; 1989:
51-54).
En
las representaciones humanas podemos apreciar cómo éstas se van transformando
paulatinamente en el felino: los rostros humanos van adquiriendo rasgos del
animal, después son mitad humanos y mitad animal, hasta terminar convirtiéndose
en el animal mismo. También podemos observar en esta transmutación, cómo las
figuras cambian, partiendo de representaciones realistas a poseer una expresión
netamente simbólica, misma influencia que se detectará posteriormente en el
rostro del dios Tláloc. Encontraremos signos de este arte en culturas como la
Maya y Azteca, entre otras (HEYDER, Nicola; 1989: 54).
Diversos
tratamientos para la representación de Tláloc, partiendo de la deidad-jaguar
olmeca. T. Covarrubias.
(HEYDER, Nicola; 1989: 54).
· Aztecas
La
religión azteca presenta dos rasgos característicos: politeísmo y
ceremonialismo. Los complejos rituales realizados en honor de las múltiples
divinidades tenían una finalidad utilitaria. Se efectuaban para atraer aquellas
fuerzas naturales que son beneficiosas para la sociedad rechazando las que pidieran
resultar perjudiciales. Todo fenómeno natural o actividad humana poseía una
deidad patrona. Existía, pues, una infinidad de divinidades, aunque el
sacerdocio realizó un gran esfuerzo por reducir muchas de ellas o advocaciones
o manifestaciones de dioses superiores (VÁZQUEZ, Germán; 1985: 227-235).
Códice Mendoza, s. XVI
Los
mitos cosmogónicos que se conservan pasan de la decena. La mayoría de ellos,
originarios del valle de México y de la zona tlaxcalteca, son relatos
fragmentarios y difieren entre sí. Presentan discrepancias tan grandes, que
resulta imposible armonizar los diferentes textos en una sola versión (VÁZQUEZ,
Germán; 1985: 229). Veamos un ejemplo de estos mitos que será clave para la
temática que nos atañe:
“Y como le hubieron hablado los dioses [a Nanahuatzin],
esforzóse y cerrando los ojos arremetió y echóse en el fuego, y luego comenzó a
rechinar y rependar en el fuego, como quien se asa; y como vio Tecuciztécatl
que se había echado en el fuego, y ardía, arremetió y echóse en el fuego.
Y dizque luego un águila entró
en el fuego y también se quemó, y por eso tiene las plumas hoscas o
negrestinas; a la postre entró un tigre, y no se quemó, sino chamuscóse y por
eso quedó manchado de negro y blanco.
De este lugar se tomó la costumbre de llamar a los hombres diestros en la
guerra quauhtlocélotl, y dicen primero quaubtli, porque el águila primero entró
en el fuego; y dícese a la postre océlotl porque el tigre entró en el fuego a
la postre del águila” extraído de
Sahagún Libro VII, capítulo II (DÍAZ, Ignacio; 1990: 293).
Tenemos ese carácter no del todo claro del
felino, esa especie de sombra que lo envuelve empañando su transparencia, ese
matiz inquietante que casi lo aproxima al terreno de la sospecha. Por otro
lado, será un animal nocturno (las manchas de su piel pueden ser vistas como
una alusión simbólica al cielo estrellado), terrestre, asociado al inframundo.
(DÍAZ, Ignacio; 1990: 294).
El pasaje es importante pues este sacrificio marca el comienzo de la
costumbre de denominar metafóricamente “águilas” y “tigres” a los guerreros
valientes, paro a su vez se debe entender como una alusión al cielo diurno y al
nocturno águilas y jaguares conforman un binomio antagónico, pero a su vez
complementario, en ese proceso de bipolaridad consustancial al pensamiento
mesoamericano. Y esa bipolaridad manifestada en el tiempo primordial de los
orígenes, del principio, en el tiempo del mito, también tendrá su reflejo en el
ritual y en la vida cotidiana (DÍAZ, Ignacio; 1990: 293-294).
El felino era considerado un animal fuerte y valiente. Esto lo podríamos desdoblar en dos vías paralelas: el estamento social y la milicia. Ambas con un denominador común en el plano simbólico: la piel del animal. Los trozos de piel, garras, dientes, o la piel entera, eran adornos utilizados habitualmente en tiempos prehispánicos. Indudablemente su uso se remontaba a tiempos muy anteriores a los aztecas, pero éstos tampoco desdeñaban usarlos. Y lo hacían siempre con un sentido de dignificación. Era algo así como una marca de prestigio (DÍAZ, Ignacio; 1990: 254-255).
Códice Mendoza
Entre esas personas señaladas ocupaban un lugar destacado los ya
mencionados guerreros-jaguar, agrupados en una especie de orden militar o
cuerpo de élite del ejército. Se ataviaban, como se ha dicho, con una indumentaria alusiva, al
animal bajo cuya férula se agrupaban. En la Matrícula de Tributos aparecían
pieles enteras de felinos que probablemente fueran utilizadas como trono por
los grandes señores. Con dichas pieles también cabía cortar un auténtico
atavío, utilizado en el campo de batalla con una finalidad doble: asimilar la
fuerza del animal y provocar temor en el adversario. Sin embargo, probablemente
su uso se reservaba para -ceremonias y actos rituales, no para ser utilizados
en el campo de batalla (DÍAZ, Ignacio; 1990: 261-263). Las órdenes militares de
los guerreros-águila y de los guerreros-jaguar, además de ser una fuerza de
choque, de élite, tenían como misión capturar el mayor número posible de
prisioneros que posteriormente serian sacrificados (DÍAZ, Ignacio; 1990: 271).
La guerra entre los mexica, sobre todo a partir del afianzamiento de su
hegemonía político—militar, tiene un carácter evidentemente sacrificial. En
principio fue de conquista, pero posteriormente su objetivo primordial era la
consecución de prisioneros destinados al sacrificio y, consecuentemente, al
mantenimiento del orden cósmico. Economía, poder, ritual y cosmología se
configuran como eslabones de una cadena homogénea. En la guerra, y en los
rituales a ella asociados, los felinos, bien como concepto -valentía-, bien
como atributo -adorno o trajes-, jugaban un destacado papel (DÍAZ, Ignacio;
1990: 278).
Una segunda identificación de los felinos es la del animal que durante los
eclipses devoraba al sol. Esta es una creencia que no se circunscribe a tiempos
prehispánicos, sino que se sigue constatando en regiones con fuertes
pervivencias de antiguas tradiciones (DÍAZ, Ignacio; 1990: 279). El numeral “4
tigre” dicho glifo calendárico corresponde a una de las eras cósmicas
anteriores a la actual, a la primera concretamente, pero a su vez representa la
fecha y el elemento de su destrucción. Y la destrucción del mundo puede ser
entendida como un eclipse definitivo, sin vuelta de hoja (DÍAZ, Ignacio; 1990:
280).
· Mayas
Uno
de los mecanismos más eficientes puestos en marcha por las comunidades
prehispánicas para lograr un alto grado de integración social fue, sin duda
alguna, la religión. Se trata de un fenómeno que afecta por completo a toda la
sociedad, desde gobernantes hasta gobernados. Si realizamos un análisis de
conjunto de la religión maya, podremos observar que al menos tuvo tres amplios
contenidos o grupos de funciones
(CIUDAD, Andrés; 1985: 179-180):
1. Este
sistema se fue haciendo complejo con el fin de legitimar la existencia de una
sociedad ya establecida, ordenada socialmente en estratos, por lo que pudo ser
un fiel reflejo de sus desigualdades; en este contexto, el conjunto de
creencias, construcciones ideológicas y ceremoniales estuvo siempre encaminado
a sancionar y sentenciar el desigual orden social construido por el desarrollo
de la élite.
2. Tal
conjunto de creencias, construcciones ideológicas y prácticas ceremoniales
fueron creadas y pensadas con la intención de salvar una tremenda dificultad:
la muerte.
3. La
relación del conocimiento científico en el área maya con todas las
manifestaciones de ámbito religioso; y dentro de este contexto, con el tiempo.
Bajo relieve del sitio de Palenque (Chiapas, México)
Representa a U Pakal K´inich, quien ascendió al torno de Palenque entre 736 y 742 a.C.
Podemos
observar la religión maya como un mecanismo altamente complejo utilizado como
sistema de integración social y política que, dado su carácter estatal,
profundizó ampliamente en las desigualdades de los estratos sociales,
sancionándolos, y sirvió como un resorte que legitimó el poder de una élite
minoritaria sobre el resto de la sociedad. Hay bastantes posibilidades de que
el campesino maya no entendiese este complejo sistema religioso estatal, lo
cual fue una pieza fundamental para el desarrollo de la mencionada integración
política. Este mecanismo fue utilizado por el grupo minoritario instalado en el
poder. Un grupo de estudiosos del área maya opina que la religión fue el factor
fundamental, entre otros muchos, que hizo posible el acceso de las comunidades
mayas hacia la etapa de la civilización en el Petén central (CIUDAD, Andrés; 1985:
181).
El
panteón maya estuvo ocupado por un número tremendo de dioses, que aparecen de
mil maneras diferentes, con multitud de nombres y títulos. Cada dios está
concebido de una forma dual que unifica principios diametralmente opuestos. Los
rasgos básicos que identifican el panteón maya de manera general son (CIUDAD,
Andrés; 1985: 185- 186):
A. Los
dioses pocas veces se representan con una forma humana, sino que se combinan en
atributos zoo-antropomorfos.
B. Cada
deidad está relacionada con cuatro direcciones y colores.
C. Existe
un principio de dualidad para cada divinidad según su funcionalidad en el
tiempo y en el espacio.
D. Los
dioses presentan vertientes muy variadas en cuanto a su función, jugando
papeles diametralmente opuestos según el tiempo y espacio que ocupen.
E. Hay
un predominio claro de dioses conectados con períodos de tiempo.
F. Algunas
deidades comparten las mismas o similares funciones.
G. Dada
la multiplicada de funciones que tiene, cada dios puede tener varios nombres y
títulos.
H. En
la escritura y el arte se alude a los dioses por medio de sus atributos.
I. Con
frecuencia, las figuras antropomorfas de las divinidades tienen cualidades
anatómicas diferenciadoras.
J. Hay
algunos indicios en fuentes mayas que apuntan hacia el monoteísmo, como por
ejemplo en el Popol Vuh.
De
entre, todos los dioses, nos interesa destacar la figura del Dios Jaguar que se
asocia al Sol a su paso por debajo de la Tierra y aparece con orejas de jaguar,
nariz romana, incisivos frontales lineados y un mechón de pelo atado. Este
patrón del día Akbal, (“oscuridad”), séptimo del calendario, y domina sobre el
número 7. Además, la piel del jaguar se asocia siempre a nocturnidad, a muerte,
y como tal es usada por los Nueves Señores de la Noche (CIUDAD, Andrés; 1985:
189).
Durante
el gran auge de la cultura maya, en la época clásica, y en los más importantes
centros ceremoniales el jaguar está asociado directamente con el grupo en el
poder. Así, a muchos de los grandes gobernantes se les representa ataviados
como jaguar, ya sea portando un vestuario hecho con la piel, cabeza y garras de
este animal o bien cuando el personaje aparece felinizándose. En muchos de los
nombres glíficos de los mandatarios se representa al felino o alguno de sus
atributos. Y del mismo modo, en los textos indígenas del siglo XVI, cuando se
hace referencia a los héroes, hombres prodigiosos y principales éstos portan el
apelativo “Balam” (que significa jaguar) o bien poseen ciertas cualidades del
felino (VALVERDE, Mª Carmen; 1996: 29). Dicho félido es el alter ego de los
hombres principales de la comunidad, de los grandes señores, y de los chamanes
a los que se les asocia de forma prácticamente indisoluble, debido a las
cualidades del jaguar (fuerza, ferocidad, poder, nocturnidad).
Glifo:
“Balám” o jaguar
En
el área maya, las imágenes que representan esta idea están presentes desde la
escultura de Izapa en el Protoclásico, y continúan a lo largo del Clásico y
Posclásico. Incluso para el momento anterior a la conquista contamos con textos
del siglo XVI de los se ha entresacado datos significativos que hablan de este
conceptos (VALVERDE, Mª Carmen; 1996: 28).
Bibliografía
- CIUDAD, Andrés (1985) “El Mundo Maya
(II) Religión y arte” en BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel, Cultura y religión de la América prehispánica, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos,
pp. 179-206.
- DÍAZ BALERDI, Ignacio (1990) “VII. La iconografía de
los felinos” en Los felinos en la
escultura azteca, Tesis Doctoral. Madrid: Universidad Complutense, Facultad
de Geografía e Historia, pp. 238-381.
- ELIADE, Mircea (1967) “Observaciones metodológicas
sobre el estudio del simbolismo religioso”, en Metodología de historia de las religiones. Buenos Aires: Paidós, p.
130.
- HEYDER, Nicola Kuehne y MUÑOZ MENDOZA,
Joaquín (1989) “Capítulo II. Los hombres del jaguar” en Mesoamérica: acercamiento a una historia, Granada: Diputación Provincial de Granada, pp. 33-63.
- La fauna en el mundo prehispánico, (2008). Cacciani, S.A. de C.V., México:
Fundación Cultural Armella Spitalier. [Recurso electrónico: http://0-site.ebrary.com.adrastea.ugr.es/lib/univgranada/docDetail.action?docID=10311855
Última consulta: 8 Mayo 2010]
- MONTES BÉRNARDEZ, Ricardo y MENGUAL ROCA, Esmeralda
(1992) “6. Simbología” en Mitos y
rituales en la América Prehispánica, Murcia: Colección Carabelas, pp.
71-77.
- VALVERDE VALDÉS, Mª del Carmen (1996) “Jaguar y chamán
entre los mayas” en Alteridades, Vol. 6, Núm.
12, México: Universidad
Autónoma Metropolitana – Iztapalapa, pp. 27-31.
- [URL: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=74711374005, última
consulta: 8 Mayo 2010]
- VÁZQUEZ CHAMORRO, Germán (1985)
“El Mundo Azteca (II). Religión, sacerdocio, ritual, sacrificios” en BALLESTEROS
GAIBROIS, Manuel, Cultura y religión de
la América prehispánica, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, pp. 227-257.