Apoyado en la corroída reja,
tomando el frío sol del medio día invernal,
se encontraba él.
Refugiado tras los altos cuellos de su oscuro abrigo de paño
y soltando nubes de humo gris
que se enamoraban de las jovencitas
que a esas horas se apresuraban a clase.
En su mente, una melodía trasnochada,
y en sus ojos el rastro de miles de lágrimas nunca derramadas.
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