sábado, 5 de febrero de 2011

Breves relatos nocturnos: ojos verdes


<<... el frío de la madrugada hizo que me despertara de mi nueva lucha contra el tercer axioma cartesiano del Cogito ergo sum: diferenciar el sueño de la vigila. Una vez habría jurado por lo más sagrado que lo que estaba ocurriendo era verdad, o por lo menos así lo deseaba, pero no, era imposible... tan sólo era un sueño. Sin embargo, es curioso que estos sueños, cuasi táctiles, hagan que se desestructure una vez más toda mi catedral mental como si fuese un castillo de naipes.
Os estaréis preguntando sobre qué versaba el sueño en cuestión, pues bien, nada más sencillo, más veraz y más simple que un viaje en autobús (tengo un amigo que la última vez que soñé con un autobús me dijo que eso significaba planes de futuro, el caso es que acertó porque en aquel sueño con quien compartía viaje era con el que un día más tarde y a través de ese mismo compañero me ofrecía trabajo); volviendo al sueño de anoche, se trataba de un viaje en autobús, era ya de noche y creo que yo era algo así como la encargada de un excursión no recuerdo exactamente de qué, pero bastante animada, eso sí lo tengo claro. Después de un rutinario paseo por el pasillo central para ver cómo estaban los viajeros, me coloqué en el asiento que está justo detrás del conductor y miré al espejo retrovisor... fue entonces cuando pude ver unos maravillosos ojos verdes, los del chofer, y empezó una conversación... no recuerdo nada de ella, sólo un rostro amable y joven, unas gafas de marco plateado, un flequillo revuelto, una sonrisa impecable y esos increíbles ojos.
Parada de diez minutos para descansar... y de nuevo una amable conversación en un autobús ya vacío en donde entraba a través de las puertas abiertas el fresco nocturno que permitía oxigenar el cargado ambiente. Un recuerdo más, un leve roce de dos manos, ni siquiera eso, sólo el tacto de las suaves yemas de sus dedos en mi mano...
Y todo se desvanecía con el frío de la madrugada veraniega.
¿Para qué sueños tan reales si luego el único resultado que obtienes es convertirte en un personaje becqueriano, mustio y sin color que suspira por alguien que no es real, que nunca ha existido y que nunca existirá?
Tan sólo queda esperar a la próxima noche y comprar un billete para hacer un nuevo viaje en ese autobús>>

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